jueves, 26 de septiembre de 2013

La corrupción es también un templo.

Quien quiera hacer dinero sorteando las reglas del neoliberalismo (salvo que ello esté incluido en el plan), solo tiene que aprovecharse de la vulnerabilidad y la ignorancia del otro; comience en la esquina del ágora con discursos sofistas. Vivirá del pobre, eludirá impuestos, tendrá prendas de oro, lujosos autos, será marchante del cielo y se creerá faraón/a. Tendrá su imperio, aunque sea construido  de mentiras.

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