martes, 4 de febrero de 2014

Ironía y aristocracia.

La elegimos, la soñamos, 

la devoramos 

y la obedecimos, 

la seguimos

y adoramos sus disfraces de opulencia. 

Lo creímos todo,

sin análisis alguno de su meta discurso,

y comimos mierda con perfume 

a buen pedazo de ternera.

En ella creímos, 

tal si fuera redención.


Hoy parece ser lo único que nos queda,

y mañana, 

se irán al exilio

los primeros,

los que alzaron la mano para enunciar:

"Quiero un país de mierda!"


Chatarra.