sábado, 12 de julio de 2014

Manos

Debe ser hija de Démeter,
logrando el fruto la tierra.
Manos que al contacto te erizan la piel,
tal vez algo en ella vea florecer.
Soslayado por sus ojos desde la primera vez,
hechizado y vencido por sus versos;
anatomía forjada por aquel dios que hiere de acullá.
besos y caricias bajo encuentros virtuales,
momentos flagrantes que asoma el porvenir.






La suerte

Sin saber ninguno de los dos como fue esta conquista,
se ausentan las proclamas de presa o cazador,
que somos tanto causantes como víctimas 
de la conciencia y el cascar.
Que más allá de las mismas, 
un pequeño roce bastó, 
en ventanas nos perdemos y en la ajenidad.

Por no mirar al suelo.

Cuando no esperaba nada de la noche, ni siquiera de su casa salir, 
allí estaba ella sentada en la mesa, 
a la que sin saber le dirigían (porque no andaba solo). 
Aquel nombre no lograba recordar, una, dos veces y cuatro veces. 
Sólo porque el prejuicio le decía intratable, 
con el ego por encima del Everest, 
y no fue por la temperatura de aquella librería, 
sino su belleza por la que arreció.
Dentadura perfecta de Hollywood, y una boca de esas 
por las que Sabina escribe canciones, 
canalizando las ansias de probar. 
Entonces, ella se puso de pie para buscar levadura fermentada, 
siendo sus zapatos los que dieron el martillazo del final del juicio.
Descubriendo que se le podía hablar 
y que aquel cuerpo, 
que dibujaba un vestido azul, 
encima del cuello
sujetaba todo lo que al contrario el creyó.