lunes, 17 de mayo de 2010

Los hijos del mar.

Llueve y desde la montaña baja el agua silenciosa, el río vuelve a su cauce en dirección al mar, es joven y de rasgos refrescantes, viene entonando sus canciones, preocupado por su cauce y su futuro, él tiene su conciencia, se siente responsable por las partículas de agua que en el futuro habrán de seguir el mismo curso, es cuestión de vida o muerte. Otros ríos se suman, crecen caudalosos, con intensidad imparable se desbordan, con la misión de llegar al mar, la tierra y las montañas querrán evitarlo, protegiéndose con piedras colocadas con errática estrategia. Se construyen represas y rompeolas encomendados a la prevención que los ríos y el mar se encuentren. El mar mientras espera donde cada uno desemboca y a las piedras arremete con sus olas que al golpear desvanecen; lo que es del mar es del mar. Somos todos gotas, los hijos del mar, unidos somos infinitos e incansables, una fuerza magna e imparable, las piedras acabaran por desgastar, llegaremos a la costa y junto a los ríos seremos salubre, una calma que nadie puede callar, para moldear la costa a nuestro gusto, mas a nuestra necesidad.

Vuelve el Río Piedras a su cauce y otros once más, una canción ponderada por la entrega y la lucha, los tambores del mar se silencian, preparando la gran ola que mañana arrastrará todo lo que encuentre a su paso, para liberar la dulzura de los ríos y las rías, esos cánticos y su armonía, melodía del futuro que nos ha librado a todos la voluntad de ser: "La isla del encanto".

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