domingo, 6 de julio de 2025

Aroma, senda y providencia.

No fue por tu desliz vertical en oro titanio que llegué a conocerte,

sino por las líneas precisas e imperfectas que trazas,

y no fue por estar descubierta,

ni por los matices indelebles marcados en tu piel,

pero si por la excepción de una mirada intensa

y una risa,

que tímidas luchaban entre salir o esconderse.


Es también

por el contenido tras el ruido de tus bronquios

y tus cuerdas vocales

que aquí llegué.


Eres –aroma que no quiere vencerse–

senda protegida de ortigas, barro y limo,

limo que cubre la porosidad y el filo de las rocas

–la piel se lacera y me escuece–

una prueba de inconstancia o tesón.


Un umbral que no aceptará a nadie que ande en búsqueda de inmediatez 

o galardón.


Resurges recuerdos ante el mural de Zamas,

todo

es

quietud

y oclusivo manantial de sonido,

inexplicables son las caricias de los símbolos,

otra sensación que reviven tus dedos.


Tus bocanadas golpean como el viento,

evocando sensaciones de Pinchincha,

otra vez:

frío, arritmia, frío, calor,

hormigueo,

atolondramiento y disnea

escalofrío, frío, calor,  

repitiendo, al albur se que repite


…el aire en la providencia se hace denso.


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