Hoy parece ser uno de esos días en que te ocupa la amargura, en que te sientes prisionera. Pero no sé si el ego te obliga a echarme la culpa. Sientes medio, de perder esa libertad que ninguno tenemos, porque somos todos prisioneros, del hogar, del dinero, del honor y la palabra.
Somos prisioneros del placer, de la labor a cambio del salario o por compromiso social.
Somos prisioneros si nos rendimos y si seguimos en la lucha también.
Desde tu nube miras, a veces con tonos de deidad, masticando jugos de anarquía. Desde allí tomas decisiones que se precipitan como el tiempo; discursos del hoy, aterrados por todo aquello que aún no existe.
Y versas con afirmativa energía, y con un volumen antonimamente necesario para escucharte, convencerte y cancelar alguna posible oposición. Para llegar victoriosa a tu morada, lo que no significa estrictamente haber ganado la batalla que antes se libró; porque al final del día todos llegamos a analizar la jornada.