La elegimos, la soñamos,
la devoramos
y la obedecimos,
la seguimos
y adoramos sus disfraces de opulencia.
Lo creímos todo,
sin análisis alguno de su meta discurso,
y comimos mierda con perfume
a buen pedazo de ternera.
En ella creímos,
tal si fuera redención.
Hoy parece ser lo único que nos queda,
y mañana,
se irán al exilio
los primeros,
los que alzaron la mano para enunciar:
"Quiero un país de mierda!"
Chatarra.