domingo, 30 de septiembre de 2012

Sobre ti


Sobre tu esqueleto de oxígeno y bauxita, escudriñamos el emporio y sus recovecos. No se si es el o es ella, mas me plena la cara con sus frígidos belfos. Voy al descubierto; reparando en el anciano que desde las cápsulas nadie vio, tal si fuéremos familia me saluda, lo saludo. Me pregunta por tus sofisticados miembros, que arrestan la celeridad del tiempo forzado. Voy accionando tu eje para llegar de un lugar al otro –eres alquimia en rojinegro azófar–.
            La piel escuece al mediodía, se escarmienta la soledad: rodar, volar contigo y sobre ti, tal como lo describe Neruda. Eres herramienta de redención (nunca un escape), eres cultura; una revolución que debe copiarse y contagiarse. En el tráfico de la mañana fuman, se comen las uñas y golpean el volante, esa congestión que el reflejo va salvando y las miradas desconcertadas recorren los ocho puntos cardinales. Perduro sobre ti, acariciando tus brazos para guiarnos sin ceder en estas aventuras cotidianas. Germinamos para no seguir los estatutos, florecimos turbulentos, prosperando revolución. No estamos solos desde la conquista del asfalto: Copenhague, Ámsterdam, Osaka, Chicago, Münster…
            Vamos luchando con paciente tenacidad, recuperando ese espacio de irónica y aplacada mordacidad. La calzada nos castiga con su perfume, nos clama su dolor, mas recorrerlas cauteriza las heridas del alma –cuando las piernas no dan para más–.  Somos juntos, yo, sobre tu piel, y tú, sobre cubiertas, que como zarpas se aprehenden a las superficies; el San Pedrito que espiga la esencia de toda perspectiva. A veces te abandono al antojo del tiempo, desertando tu existencia y del todas las cosas. Mientras aguardas prisionera de un conducto que te hace escapar a las garras y al antojo del randa, en sazón regreso. Ya te vuelvo a liberar y sobre tu lomo se posan delicadamente mis criadillas. Y enardecidos segamos el viento, el hálito nos hace (a veces) ir probando el polvo, hasta un día quedar escondidos en el.

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